martes, 26 de agosto de 2008

Cuento corto


Empiezo con algún texto mío, de ya hace algún tiempo atrás.

Hoy florece mi imaginación, como ayer, como siempre. Se sienta y acompaña mi vida con una palmada en la espalda. La relación más linda que tuve, la única.


Una historia corta, que empieza como mi día: perezoso y fuera de este mundo. Es un secreto, que empieza todo. Me rasco la ceja y escribo, me rasco la ceja y pienso: las ideas saltan después de la tercera rascada, sin meditar en su futuro, se abalanzan al vacio. Si tengo suerte agarro alguna y la pongo en un frasco con un cartelito. La mayoría se me va (como muchas otras cosas, partes de historias, quizá historias completas). Uno, con el tiempo, aprende a dejarlas ir, como dejar ir una imagen o un olor.

Volviendo al tema. Me persigue la duda, siempre que pienso me rasco la ceja, y siempre que me rasco la ceja saltan ideas ¿Será que es mi fuente, mi proveedora? Tímida, no asume el protagonismo, me deja toda la responsabilidad de lo bueno y malo que se le ocurre.

Así que, movido por mi ceja me voy a buscar un cacho de pan, me hago un tere –expectante, desde la primera fila disfruta todo el show, el concierto, lo verde. Pacientemente anota todo, lo guarda andá saber donde, cosas que no me doy cuenta, que pasado un tiempo, decide soltar en las más disparatadas anécdotas. Le encanta estar en todo.

La pregunta es ¿por qué se suelta cuando la rasco? Le preguntaría a ella, pero me da cosa, con lo tímida que es por ahí se apichona y no vuelve, no puedo vivir sin ella. La busco en una hoja de papel sin respuestas, mejor dicho, expreso mi angustia. Por ahí alguien me lee y se anima a preguntarle a la suya y después me cuenta que le dice. Corro el riesgo de ser irracional ¿Cómo va a ser mi ceja la de las ideas? Yo que sé, lo único que sé es que cuando me rasco se me ocurre algo. Si no es la ceja no se que será.

Siempre enfilo para otro lado (¿será la ceja?). Resulta que me estaba haciendo un tere con la pasión que me caracteriza: un tere un martillo, el amor fuego. Me como el pan, me siento tranquilo en frente de los textos mientras se moja la yerba, ella no dice nada, sólo está el silencio de la música que escucho. Leo y tomo, la mina no dice nada (seguramente lee conmigo). Llega el momento de sacar hojas, la birome, de mi angustia y mi placer, de un momento entero. Todo en su lugar como un rompecabezas de un millón de piezas, pero no pasa nada, hasta que la emoción me lleva a, como yo lo veo, llamarla, rascarme en ese lugar y en ningún otro (y mirá que me rasco en otros lugares y no suele pasar más que un placer pasajero): una, todo igual que siempre; dos, igual que todas las rascadas; tres, sigue la inercia de las primeras; la cuarta florece. Empieza la lluvia que abrazo y trato de retener. No para de contarme cosas que, la mayoría de las veces, no tienen que ver con los textos, pero ahí está.

Y no sé, te quiero, si la forma de traerte es esa, estoy contento de haberla descubierto, si no me querés contar por qué es así, por mí bien, me alegra que seas mi compañera.


1 comentario:

A dijo...

Genial tenerte blogger. Te agrego al mío.
=)
A.-