domingo, 6 de junio de 2010

Obituario


Eras luz clara,

radiante ante mi vista,

como una estrella,

siempre al noroeste.

Iluminaste la vida de muchos otros,

de otros tantos

pájaros que se posaban en tus manos

y verdes y amarillos

que brillaban a tu alrededor.

Te reclamé, como la muerte,

arrancándote de un brazo,

apoyando la hoz en tu garganta.

Y la verdad

me quitó la escafandra

con luz densa,

para notar la ruina

y el paisaje de lo que nunca había sido.

Que no la muerte ni la mentira,

sino que era luz y reflejaba

y era mi luz que reflejaba en tu espejo

y mis latidos en tu corazón

y mis imágenes en tus palabras.

El último llanto, y el primero,

fue hace dos noches.

Fue el final,

quizás por eso lloré,

porque sabía que habías muerto.

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