lunes, 28 de septiembre de 2009

Llueve





Es una paz intranquila.

Todavía no ha parado de llover.

Sigue, húmedo placer, fría soledad.

¿Cuántos lugares frecuentás cuando llueve?

Se rompen en mil pedazos, las nubes.

Cada gota es un lugar, un olor, una caricia,

ir pateando las calles inundadas.

De las escenografías es la que más me gusta.

Por sí solo ya es un día especial:

“es día de lluvia, está especial para… “,

para lo que quieras,

como un frasquito donde cualquier cosa entra perfecta.

Ahora me gustaría poner algo especial en él,

pero lo único que tengo son recuerdos, y hojas.

Me gustaría encontrarte sin problemas, limpia y lista.

A mí también, juntos, en este día de lluvia,

haciéndonos juntos en silencio,

guitarra en mano y garganta podrida, en paz.

Acariciando los acordes, como si fuera tu piel sensible,

cuando entono e impulso mi energía hacia el cenit de la canción;

saber de vos estremeciéndote a mi lado sin saber qué hacer,

reventando el tiempo y el espacio.

Luna- explosión (que no fue)


Buscando un poco de inspiración, y buena letra, recorro mi cabeza. Me imagino fuera, fuera de mí, hablando, pero no sé, no me manejo, aunque no importa, es un descontrol a disfrutar. Hasta que aparece una forma cercana a la tuya.

Apareció roja, por el rabillo del ojo, brillante la explosión, que me dejó ciego temporalmente, y sonriente hasta donde recuerdo. Brillando, pues es su estado natural, se acerca y saluda, yo como un protón, girando y chocando cada vez más, mientras aumenta el calor, lenta y constantemente, sin explotar. Sin embargo, concibo mi destrucción, la transformación de mis ideas en vuelos y mis movimientos en terremotos pasivos -de los que no se notan-, que se dan en el interior y reforman mi geografía. Esto es 10 o 15 segundos de reloj; oscuridad en mi reloj –no pude ver la hora. En el tuyo no sé. Todavía quiero averiguar cómo corre tu reloj.

Siempre que nos encontramos, es en sociedad. Aparecieron con todos los espectáculos. Paso a describir.

Sentado, hablo, agito las manos enérgicamente, cuando me callan y siguen; saludo, sigo, saludo, paro y sigo, siguen. Me veo atrapado en la gran red que todos los días teje la señora de “los conocidos”; tic tic, chac chac –el sonido de las agujas para tejer-, escucho sutilmente; llegan las personas, se arman, se tejen y destejen. En su solitaria actividad, la señora teje vínculos. En el tiempo (de todos) llega Mateo, saluda; habla, ríe, se queja, dice “hoy, en el bondi viniendo para acá, un viejo me tocó el culo. Me agarró un cachete entero”. Todos reímos. Como lluvia, los comentarios que se me ocurren sobre el encuentro sexual de mi amigo caen mientras inclino mi cuerpo hacia atrás para elegir la gota de idea que más me gusta. Tac: la punta del pie de Maura toca el mío levemente, manifestando inversamente la importancia del contacto. La miro a los ojos, su cara: blanco el rostro, los ojos redondos, la boca contraída con un gesto hacia adelante y a su izquierda. Sin otro aviso previo, miro con urgencia hacia donde me indica, para penetrar en lo que ahora puedo llamar –en vista de lo que escribí anteriormente- “la explosión” (que no fue). Ahí estás, en sociedad, donde están todos. Lo que digo te lo digo a vos y a ellos, dirigiéndome a vos, pero hablando con ellos. No puedo cortar los vínculos que me atan a las cordialidades, y te vas, porque no te hablan –no te hablo- y la clase ya empieza. Porque estamos en la facultad, una exclusión intencional, ya que no importa si es allí, aquí, en el bar, en la calle, sino lo que pasa y no pasa, mejor dicho, lo que no pasa y quiero que pase; es eso lo que escribo, la oscuridad, el contorno de lo que alumbra la realidad del encuentro. En este momento es la noche alumbrada sólo por la luna.

Loca


El beso preciado de una loca,

su inestable ternura,

las tempestades que avecina:

su encanto.

Ellas guardan tesoros

y encierran paraísos,

planean la muerte de los astros

y el descubrimiento de nuevas tierras.

Soñar es su estado natural;

bailando por el borde de las sombras

expropiando la belleza de los otros seres mortales

preocupados por su ser.

Pobre de aquél que no sepa

lo que es estar con una loca.

Pobre de mí,

que descubrí sus encantos.

sábado, 23 de mayo de 2009

Una pizca

Húmedo y no muy caluroso.

Adentro de mi departamento,

iluminado a medias, casi oscuro,

sintiendo el aire espeso.

Los sonidos entran caminando por la ventana cansados,

como si vinieran de muy lejos, finitos, a punto de apagarse.

 

Pacifico, como una pausa

en el espacio de tiempo

en que la gota pende de su base

para arrojarse al vacío,

con su ínfimo latir y la luz acariciándola.

 

Quieto, quietísimo,

afuera no debe ser igual,

adentro de mi mente nada se está moviendo,

me doy cuenta de mi respiración, de la mínima brisa.

Quizá pasa el tiempo

¿Será esto atesorar un momento?

Muchos lugares al mismo tiempo me dejan inmóvil.

Mi cuerpo es el exterior,

es todo,

lo que conozco e imagino.

Resulto en lo que estoy sintiendo.